sábado, 16 de marzo de 2013

Un Papa poco sano

Muy lentamente, sin hablar, marchábamos,
mirando y escuchando a los enfermos,
que levantar sus cuerpos no podían.


(Infierno c.XXIX, 70)

Nuestro Papa Francisco, que no es un jovencito, se inclina y no hace genuflexión. Alguna voz me ha dicho de buena tinta que tiene un problema de articulaciones en los tobillos por el que necesita ayuda para arrodillarse. También sabemos que le falta un pulmón. No veremos cantar a este Papa.



Lo que sí es una cantada es que los cardenales hayan escogido a un Papa anciano y disminuido físicamente después de que el anterior Papa abandonara el trono al sentir la falta de fuerzas de la vejez. ¡Zas en toda la boca! parece haber dicho el cónclave al denominado Papa emérito.

M.D.

viernes, 15 de marzo de 2013

Urbi et Orbi (3 en 1)

Aún debiera escuchar cómo el ejemplo
y su copia no marchan de igual modo,
que en vano por mí mismo pienso en ello.


(Paraiso c. XVIII, 55)

Algunos no acaban de encontrar diferencias en el saludo al pueblo de Francisco. En honor de la verdad, sólo la ciencia cabalística textual puede desenrollar el nudo de esta cuestión. Así que presento en cuadro sinóptico los saludos de los tres últimos Papas, desde que Juan Pablo II instaurara la costumbre de dirigir unas palabras al pueblo antes de la bendición Urbi et Orbi. El ejercicio puede valer además para mostrar cuan endeble o útil es la ciencia textual que dice auxiliar a los exegetas. 


Hay que hacer algunas precisiones: 

-Los textos estan tomados de los saludos correspondientes tal como aparecen en español en la página de la Santa Sede.
-Los textos de la columna de cada Papa se dividen en filas de modo que los elementos similares queden en la misma fila.
-Al realizar esta división apenas se ha tenido que cambiar el orden de los textos, que prácticamente permanece idéntico al original salvo unas pocas alteraciones. Así el mensaje de Juan Pablo II está tal cual. El de Benedicto XVI sólo se altera en el orden de las filas 9, 10 y 11 que fueron dichas en orden contrario: 11, 10 y 9. En el caso de Francisco los números 3, 4 y 5 fueron dichos entre el 1 y el 2; el número 9 se ha subido de la parte final y en el número 14 se han agrupado las partes de agradecimiento.

Conclusiones que podemos sacar a primera vista: 

-Ciertamente los discursos parecen depender unos de otros, parece que los dos últimos Papas se han fijado en el discurso de cada uno de sus predecesores, si bien Benedicto XVI ha sido más parco y Francisco más verboso. Las diferencias de carácter, siendo Benedicto XVI el más tímido y retrahido se notan, pero son accidentales, más que esenciales a las ideas expresadas.

-Dos Papas aportaron novedades. Uno es Juan Pablo II aludiendo al idioma en la fila 7 -lo cual es obvio dado que era polaco y quizás el que más dificultades tenía para hablar el italiano-. El otro es Francisco, que se lleva la palma con aportaciones nuevas en las filas 12 (sobre la evangelización de Roma, lo cual es un tema propio de los jesuitas de antaño) y 13 (la petición de bendición, que parece ser algo común en Sudamérica) La fila 15 de Francisco se puede unir a la fila 9; finalmente la fila 16 es propia de este Papa también, que aparece así más cercano, siendo el único que aparte de saludar, se ha despedido. 

-Juan Pablo II, el gran actor frente a la masa, es el único Papa que no da las gracias al pueblo, pero más llamativo es el hecho de que es el único Papa que hace cierta alusión a su ministerio petrino de confirmar en la fe en la fila 8. Ya antes en la fila 5 ha mencionado la comunión en la fe como rasgo de la cercanía de las Iglesias. Francisco menciona la presidencia de la Iglesia de Roma en caridad, pero la expresión queda descetrada al unirse al caminar histórico de la Iglesia al cual hacen alusión los tres Papas.

-Los tres Papas hablan de confianza, Juan Pablo II añade la esperanza y la fe. Francisco por su parte parece centrarse en la caridad y la fraternidad, pero paradójicamente es el que aparece menos universal en su discurso, hablando estrictamente de Obispo y pueblo y ciudad de Roma.  

-Los tres mencionan a María, pero Juan Pablo II habla de confianza en la Virgen, mientras que Francisco la invoca como protectora de Roma a la que irá a pedir ayuda. Esto hay que verlo unido a la idea de la fila 12.

Dejo para los más inteligentes otras conclusiones que pudieran quedar ocultas. Pero ahora piensen. Entre estos textos van casi 35 años (desde 1978 a 2013). Si aquí hubiera un exegeta que no conociera las fechas podría hacer ciencia ficción. Eso mismo ocurre en la Sagrada Escritura. 

M.D.   

Su primera homilía


No dijo a su primer convento Cristo:
"Id y patrañas predicad al mundo";
sino les dio cimientos de certeza;


( Paraiso c.XXIX, 109)

La primera homilía del Papa ha sido escueta, sencilla, breve y contundente. Propia de un párroco que sabe lo que se hace con la feligresía que tiene delante. No sólo ha hablado del Diablo en ella, cosa insólita, sino que en un breve esquema de caminar, edificar y confesar, ha puesto los puntos sobre las íes de todo lo que debe ser la reforma esperada de la Iglesia delante de sus eminencias los cardenales de la Santa Iglesia Romana. Veamos la prédica papal tomada de la página de la Santa Sede:



En estas tres lecturas veo que hay algo en común: es el movimiento. En la primera lectura, el movimiento en el camino; en la segunda lectura, el movimiento en la edificación de la Iglesia; en la tercera, en el Evangelio, el movimiento en la confesión. Caminar, edificar, confesar.
Caminar. «Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor» (Is 2,5). Ésta es la primera cosa que Dios ha dicho a Abrahán: Camina en mi presencia y sé irreprochable. Caminar: nuestra vida es un camino y cuando nos paramos, algo no funciona. Caminar siempre, en presencia del Señor, a la luz del Señor, intentando vivir con aquella honradez que Dios pedía a Abrahán, en su promesa.
Edificar. Edificar la Iglesia. Se habla de piedras: las piedras son consistentes; pero piedras vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la Esposa de Cristo, sobre la piedra angular que es el mismo Señor. He aquí otro movimiento de nuestra vida: edificar.
Tercero, confesar. Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, Esposa del Señor. Cuando no se camina, se está parado. ¿Qué ocurre cuando no se edifica sobre piedras? Sucede lo que ocurre a los niños en la playa cuando construyen castillos de arena. Todo se viene abajo. No es consistente. Cuando no se confiesa a Jesucristo, me viene a la memoria la frase de Léon Bloy: «Quien no reza al Señor, reza al diablo». Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio.
Caminar, edificar, construir, confesar. Pero la cosa no es tan fácil, porque en el caminar, en el construir, en el confesar, a veces hay temblores, existen movimientos que no son precisamente movimientos del camino: son movimientos que nos hacen retroceder.
Este Evangelio prosigue con una situación especial. El mismo Pedro que ha confesado a Jesucristo, le dice: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Te sigo, pero no hablemos de cruz. Esto no tiene nada que ver. Te sigo de otra manera, sin la cruz. Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor.
Quisiera que todos, después de estos días de gracia, tengamos el valor, precisamente el valor, de caminar en presencia del Señor, con la cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, derramada en la cruz; y de confesar la única gloria: Cristo crucificado. Y así la Iglesia avanzará.
Deseo que el Espíritu Santo, por la plegaria de la Virgen, nuestra Madre, nos conceda a todos nosotros esta gracia: caminar, edificar, confesar a Jesucristo crucificado. Que así sea.

 

Hoy muchos católicos de estampita -el género es inmortal aunque se disfrace de nuevas tecnologías- han tomado la cita de León Bloy, uno de los grandes signos de esta homilía, para ponerla como frase del Papa Francisco en típica foto. ¡Por favor! la cita es grandiosa porque el Papa la dice en este momento y circunstancias citando a quien cita expresamente. No robemos autorías intelectuales ni hagamos al Papa cómplice de ese robo. Aparte que la frase en sí es un ad hominem propio del espíritu exaltado de León Bloy contra el católico tibio que en teología moral estricta sería argumento falaz. El que no reza a Dios, simplemente no reza a Dios sin más implicaciones. Como digo, son las circunstancias las que hacen grandiosa esta frase en boca del Papa.



León Bloy es conocido, aparte de su denuncia del mundo moderno, por su repulsa del católico aburguesado, tibio, indolente. Para León Bloy, visionario y fiel devoto de La Salette, la Iglesia está llena de estos católicos corruptos. Digamos que es como Kiko cuando habla despectivamente de "los cristianos de domingo" o "religiosos naturales", sólo que en católico. Kiko tiene sus visiones y Bloy las suyas. Esto es lo interesante y el arma de doble filo de una reforma carismática. Benedicto XVI también citó en su Pontificado a famosos visionarios. De hecho un punto de su magisterio fue el mensaje de Fátima y el mal que había dentro de la Iglesia. Sea lo que sea, el nuevo Papa ha querido que su primera cita en el magisterio sea para un autor como Bloy. "Quien no reza al Señor, reza al Diablo". Ahí me las den todas. Hubiera sido muy fuerte citar eso de no podéis servir a dos señores, pero los dos señores del Evangelio pesan mucho ante las eminencias y del resto de católicos corruptos en esa cita de León Bloy: non potestis Deo servire et mamonae (Lc 6, 13). La solución para servir al amo es construir sobre roca, rezar. "Haced penitencia, haced oración y por los pecadores pedid perdón" decía el mensaje de Fátima.


M.D.

jueves, 14 de marzo de 2013

Urbi et Orbi

No hubo en el mundo nadie tan ligero,
buscando el bien o huyendo del peligro,
como yo al escuchar esas palabras.

(Infierno c. II, 109)

Pues Francisco siguió la tradición iniciada con Juan Pablo II de decir unas palabras al ser presentado al pueblo y antes de la bendición Urbi et Orbi. Lea, querido amigo, el discurso tomado de la página de la Santa Sede si no tuvo la dicha de estar presente en tan gracioso evento o de gozar de una memoria ciceroniana:

Hermanos y hermanas, buenas tardes.
Sabéis que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo..., pero aquí estamos. Os agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo. Gracias. Y ante todo, quisiera rezar por nuestro Obispo emérito, Benedicto XVI. Oremos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja. 

(Padre nuestro. Ave María. Gloria al Padre).

Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad. Deseo que este camino de Iglesia, que hoy comenzamos y en el cual me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta ciudad tan hermosa. Y ahora quisiera dar la Bendición, pero antes, antes, os pido un favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis para el que Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la Bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de vosotros por mí....
Ahora daré la Bendición a vosotros y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
 
(Bendición).

Hermanos y hermanas, os dejo. Muchas gracias por vuestra acogida. Rezad por mí y hasta pronto. Nos veremos pronto. Mañana quisiera ir a rezar a la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas noches y que descanséis.


Tal discurso sólo podía ser dicho en italiano o en latín. El latín no era propicio, pues todo fue un puro romper las formas para mostrar las nuevas formas "franciscanas". Salió sin muceta; se quitó el palio-estolón que le debía pesar en el alma; saludó con un simple "buona sera"; puso a la gente a rezar por el Papa emérito; pidió que los fieles invocaran la bendición para él inclinándose ostentosamente antes de impartirla él mismo y, para colmo de roturas que podía poner de los nervios a cualquiera, no cantó la bendición solemnísima.  No. Ahí no cabe el latín.

¡Dios mío que hemos hecho para merecer este Papa! se preguntan algunos. Pero... ¡un momento! ¿Dónde se ha llamado a sí mismo Papa el elegido? ¡Ay! otra más en la frente. Su presentación y discurso se quedó en el obispo de Roma y nada más que en Roma y los fieles de Roma. Como pueden leer arriba sus palabras se dirigieron estrictamente a la comunidad diocesana de Roma y de no ser porque la bendición añade el Orbe a la Urbe y el dogma profesa que el obispo de Roma es la cabeza de la Iglesia universal, pues no sabríamos qué cosa decir de la universalidad de esa Iglesia que preside a todas en la caridad. Quizás para Francisco, la caridad o la colegialidad bien entendida comienza por uno mismo, esto es: por su propia diócesis. Si antaño la lengua propia de sus fieles fue el latín, hoy lo es el italiano. El latín es una lata y las formas nuevas son suaves como la lana. El tiempo nos dirá más de estas formas franciscanas "ex urbe et orbe", que de momento se presentan como las de un auténtico "Petrus Romanus".

M.D.

Qui sibi nomen imposuit Franciscum

Sin el oro y la plata empezó Pedro,
y con ayunos yo y con oraciones,
y su orden Francisco humildemente


(Paraiso c.XXII, 88)

Novísimo y novedoso Papa hasta en el nombre elegido, tradición que ha querido respetar. Se impuso de nombre "Francisco" y se le llamará a partir de entonces Francisco. No digan primero porque de momento es el único de la serie y no hay que contarlos al nombrarlo.

A pesar de que era preclaro que el nombre estaba anunciando un Pontificado de reforma, designando intuitivamente al Poverello que reformó y edificó la Iglesia hace un milenio, el pueblo ha caído pronto en la cuenta de que hay muchos Franciscos a los que se podía dirigir. ¿No es jesuita? Pues San Francisco Javier y San Francisco de Borja están por ahí. San Francisco de Sales es modelo de caridad, aunque no sea jesuita y este Papa parece tan caritativo...  ¿Quien será el elegido por el elegido?



Enseguida se ha despejado la duda. Se lo dijo a los cardenales y estos lo han filtrado. Su nombre se debe a San Francisco de Asís. Nombre novedoso, original y al que hasta han calificado de revolucionario. Los apostadores de lo sagrado se han llevado un chasco mientras la Iglesia recuerda, no sin cierto temor por el misterio presente, aquel dicho de Dios a San Francisco: "Repara mi Iglesia". San Francisco sujetando la Iglesia que se caía a pedazos. Así lo soñó un Papa Inocencio en su momento y así de inocente se presenta hoy un Papa. Un Papa pobre y humilde es algo original, tan original como el mismo Pedro.

M.D.

Habemus Papam

Nos alegramos, mas se volvió llanto:
pues de la nueva tierra un torbellino
nació, y le golpeó la proa al leño.


(Infierno c. XXVI, 136)

El pobre cardenal diácono, enfermo de Parkinson, fue el encargado de gritar el "habemus papam". Los ticks de dicha enfermedad parecían anunciar algo, pues casi transmutaban su grito en un "habemus Pampa" Y es que el nuevo Papa era argentino. El Papa era el argentino Jorge Bergoglio, cardenal de la Santa Romana Iglesia, muy conocido en su tierra. Alegría, llanto, torbellino... ¿qué más se puede decir cuando el Papa es argentino? El primer Papa sudamericano, ¿no?. No. ¡El primer Papa argentino!


Habemus Papam; habemus pampa para rato, me temo. Dicen que el nuevo Papa no es políglota, pero respiramos tranquilos: el argentino es un italiano que habla español, piensa en francés y que se cree inglés o algo similar. Satis.

M.D.

El augurio

Luego, como al chocar de los tizones
ardientes, surgen chispas a millares,
donde los necios suelen ver augurios


(Paraiso c. XVIII, 100)

Nos sacudió la tarde con la cuarta y quinta votación del cónclave mientras la tormenta sacudía Roma. Y fue allí, entre agua y nubes, donde el Sol dejó ver el augurio que anunciaba que la fumata sería la definitiva. Todos lo vieron.




Una gaviota se había posado en la chimenea de la Sixtina. La Gaviota Sixtina era un anuncio del pasado que volvía. En la mente de todos estaba aquella gaviota que no ha poco atacó en la misma plaza a la paloma soltada ante el Papa emérito. La escenografía era digna de Hitchcock. Chispas a millares, poco después de irse la gaviota, todos vieron la fumata blanca en medio de la oscuridad y al Papa, que resultó ser de la orden negra, asomarse al balcón vestido de blanco. Francisco, antaño su emninencia reverendísima Jorge Marío Cardenal Bergoglio S.J., había sido elegido Papa.


Necios aparte, el augurio puede interpretarse de muchas maneras. Pero a mi, como necio poeta, me gusta soñar. Y sueño que si los evangelistas no se pusieron de acuerdo en qué tipo de aves debía haber junto al cuerpo, quizás es porque no atinaron a decir gaviota, no sea que les pasara lo del chascarrillo. Águilas, buitres, gallinas..., gaviotas y ¡toma por idiota!... Cuando las gaviotas vea reunirse en torno al cuerpo cadavérico, sabrá hasta el más necio que el fin está cerca.  Ahí comienza nuestra crónica. A medias entre la necedad de los augurios y un Papa negro.


M.D.