jueves, 14 de marzo de 2013

Urbi et Orbi

No hubo en el mundo nadie tan ligero,
buscando el bien o huyendo del peligro,
como yo al escuchar esas palabras.

(Infierno c. II, 109)

Pues Francisco siguió la tradición iniciada con Juan Pablo II de decir unas palabras al ser presentado al pueblo y antes de la bendición Urbi et Orbi. Lea, querido amigo, el discurso tomado de la página de la Santa Sede si no tuvo la dicha de estar presente en tan gracioso evento o de gozar de una memoria ciceroniana:

Hermanos y hermanas, buenas tardes.
Sabéis que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo..., pero aquí estamos. Os agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo. Gracias. Y ante todo, quisiera rezar por nuestro Obispo emérito, Benedicto XVI. Oremos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja. 

(Padre nuestro. Ave María. Gloria al Padre).

Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad. Deseo que este camino de Iglesia, que hoy comenzamos y en el cual me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta ciudad tan hermosa. Y ahora quisiera dar la Bendición, pero antes, antes, os pido un favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis para el que Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la Bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de vosotros por mí....
Ahora daré la Bendición a vosotros y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
 
(Bendición).

Hermanos y hermanas, os dejo. Muchas gracias por vuestra acogida. Rezad por mí y hasta pronto. Nos veremos pronto. Mañana quisiera ir a rezar a la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas noches y que descanséis.


Tal discurso sólo podía ser dicho en italiano o en latín. El latín no era propicio, pues todo fue un puro romper las formas para mostrar las nuevas formas "franciscanas". Salió sin muceta; se quitó el palio-estolón que le debía pesar en el alma; saludó con un simple "buona sera"; puso a la gente a rezar por el Papa emérito; pidió que los fieles invocaran la bendición para él inclinándose ostentosamente antes de impartirla él mismo y, para colmo de roturas que podía poner de los nervios a cualquiera, no cantó la bendición solemnísima.  No. Ahí no cabe el latín.

¡Dios mío que hemos hecho para merecer este Papa! se preguntan algunos. Pero... ¡un momento! ¿Dónde se ha llamado a sí mismo Papa el elegido? ¡Ay! otra más en la frente. Su presentación y discurso se quedó en el obispo de Roma y nada más que en Roma y los fieles de Roma. Como pueden leer arriba sus palabras se dirigieron estrictamente a la comunidad diocesana de Roma y de no ser porque la bendición añade el Orbe a la Urbe y el dogma profesa que el obispo de Roma es la cabeza de la Iglesia universal, pues no sabríamos qué cosa decir de la universalidad de esa Iglesia que preside a todas en la caridad. Quizás para Francisco, la caridad o la colegialidad bien entendida comienza por uno mismo, esto es: por su propia diócesis. Si antaño la lengua propia de sus fieles fue el latín, hoy lo es el italiano. El latín es una lata y las formas nuevas son suaves como la lana. El tiempo nos dirá más de estas formas franciscanas "ex urbe et orbe", que de momento se presentan como las de un auténtico "Petrus Romanus".

M.D.

No hay comentarios:

Publicar un comentario